miércoles, 18 de septiembre de 2013

Carta número 13: Huellas en la arena.

Es un día gris y la playa está vacía, lo único que se oye es el sonido de las olas al romper, aunque, bueno, vacía la playa no está. Esta ella. Sola. Paseando por la orilla del mar sumida en sus pensamientos mientras las olas le salpican los pies y la arena se hunde con cada paso dejando una pequeña huella hasta que la siguiente ola la borra.
Ojalá todo fuera tan fácil de borrar como eso. Una simple ola y adiós a todos los problemas, a todas las lágrimas, que se las lleva el mar hasta el olvido. Pero no es tan fácil, sino ella no estaría aquí.
En su mano derecha sostiene su móvil que está vibrando a lo que ella lo ignora deliberadamente, en la izquierda, la carta.
Esa carta que no sirve para nada, que lo mejor que puede hacer con ella es no hacer nada. Esa carta que cuenta los sentimientos hacia su mejor amigo de toda la vida. Esa maldita carta que ayer decidió en un ataque de sinceridad escribir para dársela hoy ya que ella era demasiado tímida como para decírselo en persona.
Él la cogería con las cejas arqueadas a modo de preguntas, y ella, tan tímida como siempre, simplemente se iría diciéndole que la leyera en casa. Pero él no le haría caso, nunca lo hace. La leería mientras ella vuelve a su casa y al terminar la alcanzaría y... ¿y qué? ¿le diría que el siente lo mismo y comerían perdices? Sandeces. 
La realidad de lo que pasó fue que ella realmente quería hacer eso, tenía la tonta esperanza de que sus fantasías se cumplieran pero solo son eso, fantasías.
Lo que en realidad pasó fue que ella, carta en mano, se le acercó cuando le vio en la calle donde habían quedado. Se fijó en su mano derecha y vería en ella un pequeño papel de color amarillo. Ya llevaban seis meses sin verse cuando ella decidió cortar todo lazo con el a causa de que ya no podía más quererle y no estar con él, y ese día le dijo de quedar para tomar algo a lo que el sorprendentemente aceptó.
Y le dio el papel amarillo.
La invitación a su boda. 

Ahora ella estaba en la playa, sentada en la arena con los dos papeles. Cualquiera que la viera de lejos con los dos papeles en las manos pensaría que no son más que eso, papeles inútiles. Pero eran las dos cosas más importantes para ella en este momento.
Las cogió con las manos y las tiró al mar, y tal y como esperaba ella, al igual que con sus huellas, los papeles desaparecieron con la misma facilidad que si de una huella se tratase.

2 comentarios:

  1. Me encanta lo que escribes y, como escritora que soy, te recomendaría visitar http://www.wordreference.com/sinonimos/ para intentar no repetir las mismas palabras una y otra vez (aunque es perfecto cambiaría ese pequeño detalle).
    Te sigo, un muack ♥

    http://stanbitte.blogspot.com/

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  2. Que lindo te expresas, haces sentir cada sensación. Descubrí tu blog de casualidad y me gusto mucho asi que te sigo y te espero por el mío. Besitos

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