jueves, 28 de noviembre de 2013

Hacer del hecho de complicar una amistad un arte.

Es raro. Conoces a alguien desde hace años, le ves todos los días o como poco todas las semanas. Horas de risas, charlas, peleas y enfados. Pero cuando esa persona te falta lo notas, y mucho además. Ahora ese como poco una vez a la semana se ha convertido en un como mucho y cuándo te lo encuentras actúas raro, no es lo mismo pero tú estás feliz de verle y pasar un rato. Reacción desproporcionada que él seguramente no comprenda, piense que estás loca y, mientras tanto, tú y tú alegría no hacéis más que corroborar su hipótesis. Pero da igual, él está ahora y tú sigues feliz.
Lo extraño de todo esto es cuándo recapacitas. Él se va y tú piensas en que acaba de pasar, ¿porqué te has puesto tan feliz? Se te pasa por la cabeza el hecho de que ese amigo al que conoces desde hace más de diez años pueda ser muy importante para ti, más de lo que pensabas... ¿demasiado? Ahí es cuando te asustas y descartas la idea. Solo que esta vuelve cada vez que le ves, estropeando esa amistad convirtiéndola en algo más complicado. 
Eso sí, mientras te replanteas todo esto, tus esquemas se ponen patas arriba, se mezclan y se confunden entre sí él te sigue mirando. Sí, pensando que estás loca.
(No sé la razón de escribirlo como si fuera una teoría general cuando no es más que una experiencia propia, pero así se queda).

No hay comentarios:

Publicar un comentario